Vaya por delante que el Viejo Coyote suele disfrutar como un enano con las pelis del super-espía por excelencia. Sin embargo...
Sin embargo, con el devenir de los años, el visionado de no se sabe ya cuántas películas sobre el tema, así como la lectura de varios de los relatos originales de
Ian Fleming, nuestro Viejo Coyote ha empezado a cogerle un poco de tirria al agente al servicio de Su Majestad, número código del MI6 agente 007,
James Bond. Llegó un punto, quizá a partir de los filmes protagonizados por
Timothy Dalton (donde ya la ambientación y época de las historias eran, casi, contemporáneas), en que empezó a interpretar la figura de James Bond como el "agente al servicio del capitalismo libre", con lo que conlleva de lucha por mantener el estátus - cosa que, por cierto, le ha ocurrido también al género de cómic superheróico. De hecho, se puede entender que el propio Fleming, en sus relatos publicados en los años de la así llamada "Guerra Fría", hace un poquito de propaganda pro-americana;
por ejemplo, acusando a los rusos soviéticos de controlar el tráfico de heroína y opiáceos, con fines de corromper a la juventud de la Europa no-soviética, esa que se conoce como "democracia libre" - aunque la etiqueta más apropiada quizá sea la de "democracia de mercado", con lo que ello conlleva - , cuando posteriormente se ha sabido que este tipo de maniobra era más propia de
operaciones de la CIA de la época. Eso, aparte de propaganda, se llama desinformación, pero en fin...
De manera que, en la misma medida que le pillaba coraje al amigo James Bond (así como a la mayoría de sus émulos), por ser tan "perfecto", no adolecer de ninguna debilidad humana, y tener a su servicio una legión de gadgets que hacían su trabajo por él, nuestro Viejo Coyote empezaba a tomarle cariño a los antagonistas del agente secreto: los archi-villanos, los científicos locos, sicarios maniáticos y demás oponentes. Será por la debilidad del Coyote por las causas perdidas, o su interés por la versión de la historia de los Otros (los derrotados, los sin-voz), que no la oficial, vaya ud. a saber...
Un detalle curioso del maniqueísmo facilón del amigo Fleming, luego transportado y exagerado en las películas, es que todos los enemigos de James Bond, casi sin excepción, adolecen de algún tipo de marca, peculiaridad o defecto/malformación física, por ejemplo:
- el tercer pezón de Francisco Scaramanga,
- la falta de manos del Dr. No,
- el albinismo de Zao,
- el lesbianismo reprimido de Rosa Klebb, percibida en la ficción como un defecto, fíjese ud.,
- la obesidad de Oddjob,
- etc...
De alguna manera, bastante prejuiciosa y como decimos maniquea, viene a dar a entender que la maldad psicológica se transluce físicamente; qué binomio más simplón, ¿verdad? James Bond, el bueno y el guapo, frente a Stavros Blofeld, el villano feo...
De modo que ahí va nuestro especial homenaje a este arquetipo: